Columna: Sofismas de ocasión
LOCÓMETRO
Por: Juan B. Ordorica (@juanordorica)
La locura se soltó y se instaló de manera permanente en los alcaldes de las ciudades más pobladas de Sinaloa. Lo que parecía un reinado absoluto de “Billy” Chapman, poco a poco está siendo retado por Estrada Ferreiro y Luis Guillermo “El Químico” Benítez.
El reino locuaz tiene varios jerarcas. Ninguno se deja arrebatar la corona por el otro. Al principio de los mandatos parecía que “Billy” Chapman, alcalde de Ahome, no tendría competencia alguna. De manera apresurada, el nivel de locura alcanzado en los primeros meses del año fue sorprendente. Parece que los niños son el detonante de sus desvaríos. Cada vez que está en presencia de un grupo de chamacos, un tornillo se afloja y el demonio se le suelta al alcalde del norte.
Por los rumbos del manicomio del centro, el excompañero de “Lucas Tañeda”, reclama con ahínco su lugar en el olimpo majareta. El alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, no pierde oportunidad para demostrar peligrosos síntomas de desvaríos. El detónate de sus lunas son los micrófonos y periodistas. A últimas fechas, Estrada, está más activo que nunca. Las voces de su cabeza señalan como culpables absolutos de sus magros resultados a los reporteros que todos los días conspiran contra él y su gobierno. Dice y se desdice sin pudor mientras construye un gorro de papel aluminio para protegerse de los medios que quieren robar sus pensamientos vía microondas.
El famoso “Químico”, con menos aspavientos, disfraza su locura en forma de ira. También son los medios de comunicación los seres despreciables que están tras de sus ondas mentales; hasta la última gota derramada por los putrefactos drenajes mazatlecos son producto del complot malsano de periodistas odiosos, chacoteros y mal intencionados.
La trifecta maniaca gobierna casi el 65% de la población Sinaloa. No es cosa menor las decisiones de los tres reyes magos pirados. Pocos pueden dudar que sus intenciones no sean buenas. La locura casi siempre viene acompañada de delirios de grandeza y magnanimidad. La locura convierte en sordos a los más brillantes. Aún estamos a tiempo de retornar a la cordura.
El problema con los monarcas que perdieron la razón es el consentimiento de sus subalternos. La historia está plagada de gobernantes que perdieron la razón y fueron tolerados por una cúpula del poder que se negaba a perder sus privilegios. En las tres administraciones municipales hemos tenido ejemplos de funcionarios que se niegan a obedecer al mandatario obnubilado; su destino es el destierro y persecución en muchos casos. En Ahome, Culiacán y Mazatlán existen ejemplos de funcionarios que hicieron frente a los excesos de sus patrones y fueron sometidos al escarnio público. La locura odia que la saquen y expongan a la luz. Así es como la locura termina por tomar el control de los gobiernos.
Por lo pronto, el Locómetro está encendido. Semana tras semana la medición oportuna de las locuras de los alcaldes puede servir como un contrapeso y medida de control para no permitir la demencia total. Hay una infinidad de tratamientos para evitar, prevenir y hasta curar ciertos síntomas de la locura. Es responsabilidad absoluta de nosotros como ciudadanos evitar que la locura triunfe y recordar a nuestros políticos que la inteligencia es la mejor arma para gobernar. De otra manera, terminarán viviendo en una negación eterna de la realidad.