El neurocientífico Ignacio Morgado (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1951) nunca planeó estudiar el cerebro. Su primera intención era convertirse en ingeniero de telecomunicaciones, pero un giro académico lo llevó a cursar Psicología, luego Medicina y, finalmente, a especializarse en Psicobiología durante su doctorado en la Universidad del Ruhr, en Alemania. A su regreso a España, fundó uno de los primeros laboratorios dedicados al estudio de la mente en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde más tarde dirigió el Instituto de Neurociencia.
En su despacho, junto al laboratorio que ayudó a crear, Morgado —hoy catedrático emérito— dedica buena parte de su tiempo a la divulgación científica. Ha publicado artículos, ofrecido conferencias y escrito una decena de libros sobre el funcionamiento cerebral. El más reciente, El espejo de la imaginación (Ariel, 2025), explora uno de los mayores enigmas de la humanidad: la consciencia. Un misterio que, según él, quizá nunca lleguemos a descifrar.
Morgado sostiene que, pese a los avances científicos desde Ramón y Cajal, la neurociencia aún no ha logrado curar ninguna enfermedad neurológica. “El cerebro es extraordinariamente complejo y su estudio requiere equipos multidisciplinares”, afirma. Con más de 86.000 millones de neuronas interconectadas, desentrañar sus mecanismos sigue siendo una tarea monumental.
El catedrático emérito también destaca el enigma de la consciencia, un fenómeno que, según advierte, quizá nunca lleguemos a comprender del todo. Propone incluso que la evolución podría haber dejado este misterio sin resolver para favorecer creencias que brindan resiliencia frente al miedo a la muerte o el sufrimiento.
Morgado subraya la influencia de las emociones en la conducta humana: “Funcionamos más por emociones que por razón”. El miedo, dice, marca muchas decisiones de la vida cotidiana, especialmente ante la enfermedad y el dolor. Para él, la consciencia, que nos permite construir nuestra percepción del mundo, también es fuente de vulnerabilidad emocional.
Sobre la inteligencia artificial, no descarta que pueda llegar a desarrollar consciencia si alcanza un grado de complejidad similar al del cerebro humano, lo que abriría un profundo debate ético acerca de su estatus y derechos.
El neurocientífico advierte además sobre los efectos de la vida digital. La abundancia de mensajes breves y estímulos inmediatos, señala, reduce nuestra capacidad de concentración y profundidad. Como antídoto, defiende la lectura: “Permite vivir experiencias que nunca podríamos experimentar por nosotros mismos”.
Con su nueva obra, Morgado invita a mirar la mente humana desde una perspectiva científica, filosófica y emocional, recordando que aún quedan muchos misterios por resolver dentro del órgano más complejo del universo conocido.
Con información de El País