El proceso de recuperación de la economía será mucho más complejo de lo que se pensaba. La llegada de la vacuna y las complicaciones logísticas al respecto han sido obstáculos para lograr un escenario en donde los sectores económicos regresen a los niveles previos al Covid-19.
Diciembre fue un mes que hizo más difícil todo, ya que, a pesar de las advertencias de las autoridades, la gente tomó el riesgo de salir y de reunirse con motivo de las fiestas navideñas, lo que al parecer significó un repunte en el número de contagios.
Esto tendrá efectos negativos en el proceso económico, puesto que, de confirmarse, será posible que entremos a una dinámica de aperturas controladas y cierres esporádicos. Los negocios tendrán que adecuarse a la circunstancia en donde abrirán antes de estar listos y cerrarán al poco tiempo. Este proceso de intermitencia tiene efectos importantes a nivel económico y respecto al comportamiento de los consumidores y sectores.
En la ciencia económica, existe algo llamado modelo ISLM, que no es otra cosa que un punto de equilibrio entre oferta monetaria (dinero circulante), tasas de interés, ahorro e inversión. Son dos curvas en las que cada una tiene dos variables, por un lado, las relacionadas con el ahorro y la inversión, y por otro lado, la cantidad de dinero circulante y la tasa de interés.
En pocas palabras, cuando el consumo de los bienes aumenta, los bancos centrales tienen que inyectar liquidez o dinero al mercado para que las empresas tengan suficientes recursos para producir más. Si hay muchos billetes y monedas, pero poca producción, hay inflación. Si pasa lo contrario, mucha producción, pero poco dinero disponible, también hay inflación. Este modelo es básico para entender cómo el equilibrio deseado es posible a través de la política monetaria, la acción directa del banco central.
Sin embargo, para entender mejor el modelo hay que comprender que cada evento tiene un tiempo para que los actores reciban y procesen la señal que le mandan los otros actores del juego. Por ejemplo, los consumidores comienzan a aumentar su consumo en la medida en que consideran que los escenarios económicos futuros son positivos. Cuando aumentan su gasto, las empresas generalmente tienen un pequeño delay o retraso para aumentar la producción de bienes, es decir, reciben la señal tarde. Para cuando aumentan la producción, el banco central comienza a permitir que haya más circulante de dinero, ya sea imprimiéndolo o, por otro lado, disminuyendo la tasa de interés.
Por el contrario, cuando los consumidores perciben que los escenarios futuros son complicados, deciden no gastar sino ahorrar, lo que automáticamente disminuye el dinero circulante en una economía. Esto provoca que los niveles de producción disminuyan, afectando los inventarios de las empresas y, por tanto, su planta productiva. Es un shock de demanda que afecta a la oferta casi al mismo tiempo, que afecta a la economía en su conjunto. Vaya, es como tener un huracán y un terremoto a la vez.
El problema es que para que ese proceso pueda construir un nuevo equilibrio, el tiempo en que los diferentes sectores procesan esa información es crucial. No todos reaccionan igual, pues su capacidad de respuesta depende de que tan expuestos estén a las interacciones con el consumidor. Para un restaurante es más fácil procesar la señal, pues a más comensales, mayores serán sus niveles de compra y viceversa. Pero para la industria automotriz o aeronáutica, que tienen que trabajar con órdenes comerciales en masa, el proceso de detener o no la planta productiva se vuelve más complicado.
En la intermitencia que viene, van a haber meses en los que la economía estará abierta, pero para cuando las empresas reinicien o decidan aumentar su producción, el consumo apenas estará creciendo, con el riesgo de que vuelva el peligro de que de nuevo se vuelva a cerrar la economía por necesidad sanitaria.
Esto va a ser como un camino empedrado, en donde un automóvil tendrá que ir sorteando obstáculos, o igual que manejar en Culiacán, donde con tanto bache es imposible aumentar la velocidad. El proceso, sin embargo, tiene consecuencias en materia de precios, puesto que 2020 fue un año de inflación baja (lo cual no es del todo bueno), y ante el 2021, lo que viene serán vaivenes en materia de consumo, con posibilidad de que el aumento de precios sea muy irregular, obligando al Banco de México a tener que ajustar sus tasas a niveles inferiores cada vez más, con el objetivo de aumentar el consumo (dinero más barato implica financiamientos más bajos), pero con el riesgo de que exista una liquidez artificial (más dinero circulante del que realmente necesita la economía), provocando un desfase entre gasto, inversión y ahorro.
Consideremos la enorme cantidad de variables involucradas: petróleo, oro, la paridad cambiaria del dólar con el euro y, además, las bolsas de valores y los bonos soberanos de cada país. En este contexto contraintutivo, no es sencillo augurar cuál será la variable menos volátil. Todas las economías están expuestas a un movimiento artificial, provocado por la intermitencia (la cepa inglesa del virus pudiera obligar de nuevo al cierre de sectores no esenciales, por ejemplo).
Al parecer, 2021 será un año de optimismo-pesimismo muy complejo. Por un lado, tenemos vacunas, por otro, la logística para aplicarla varía de país a país, generando diferencias importantes. Igualmente, por un lado, Trump se fue y Biden llega con nuevos bríos a la Casa Blanca, provocando escenarios más suaves para la reactivación de paquetes de rescate en la economía americana. Pero el desastre político electoral dejado por el Trumpismo, perseguirá las acciones que requiere hacer Biden para unir a un país que hace apenas dos semanas parecía vivir un caos imposible de predecir.
¿Cómo podemos enfrentar estos escenarios? En primer lugar, es importante regresar a lo básico, las empresas deben de enfocarse a aquél sector o mercado en cuya lealtad sustentan sus ventas.
Si el nivel de riesgo por sí mismo va a variar dependiendo de la intermitencia, la estrategia ideal es la contención. En segundo lugar, es importante anticiparse a lo que sabemos, definir qué hacer si la economía vuelve a cerrar y cómo administrar los recursos del negocio en momentos tan volátiles.
Por otro lado, como consumidores es importante ser responsable con los procesos que vienen. No es el momento de jugadas arriesgadas, puesto que la volatilidad sigue siendo una constante. Habrá que ajustar el bolsillo a las condiciones actuales, evitando que nos ganen las ganas de gastar por gastar. En volatilidad, la mejor garantía es mantener liquidez a como sea posible.
Desafortunadamente ya viene un proceso electoral que detendrá muchos escenarios positivos para lograr navegar en la incertidumbre. Un proceso que no será del todo limpio, en donde veremos pocas ideas para rescatar al país de la situación en la que vive. El proceso frenará aún más aquellos meses en donde la economía estaría abierta, evitando que llegue a su potencial, dadas las circunstancias.
La Pandemia implica procesos volátiles a los que tradicionalmente no estamos acostumbrados. Habrá que estar al pendiente del proceso y recordar esa frase del gran Benedetti: “El único consuelo al entrar en el caos, es volverse caótico también.”
Óscar Rivas es Economista. Maestría en Negocios Globales por la Escuela de Negocios Darla Moore de la Universidad de Carolina del Sur. Maestría en Administración de Negocios por el Tecnológico de Monterrey. Egresado del Programa de Georgetown en liderazgo e innovación y del Curso Emerging Leaders de Executive Education de Harvard. Cofundador de Chilakings Sinaloenses. Emprendedor, Maratonista y escritor.