Columnas
Columna Institucional Sin Ambages Martes 18
Por:
Redacción el
17 de noviembre de 2025
Un espaldarazo a Culiacán
Más allá de la cortesía política, el reconocimiento que hizo el gobernador Rocha al alcalde Juan de Dios Gámez por la organización de la FIL Culiacán no es un gesto menor. En un escenario donde la agenda pública suele estar saturada de conflictos, quejas y disputas, el éxito de la feria se convierte en un punto de coincidencia —y también en una vitrina política. La FIL no solo llenó de libros la calle Paliza: puso a Culiacán en el conclave cultural, conectó a miles de ciudadanos con la lectura y demostró que la capital también sabe convocar a grandes autores y a un público diverso. Que Rocha lo subraye es, en el fondo, un reconocimiento a la gestión, pero también una señal hacia dentro de su propio equipo: cuando se hacen bien las cosas, hay que decirlo. En tiempos donde la política suele caminar en confrontación, al alcalde le cae bien este espaldarazo. Y al gobernador también le sirve recordar que la cultura, cuando se impulsa con seriedad, produce algo que pocas políticas públicas generan: consenso social.
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La FIL: una bocanada de oxígeno
La Feria Internacional del Libro Culiacán 2025 dejó algo más que 126 mil asistentes y una derrama de más de 70 millones de pesos: dejó la evidencia de que la ciudad puede generar buenas noticias incluso en medio de sus propios desafíos de seguridad. En una capital marcada por episodios de violencia, ver miles de familias, jóvenes y visitantes llenar plazas, teatros y espacios públicos envía un mensaje poderoso: Culiacán no se repliega, se congrega. La FIL demostró que la cultura no solo suma valor simbólico, también dinamiza la economía local, activa comercios y proyecta una imagen distinta hacia el país. El éxito de esta edición confirma que, cuando el gobierno y la comunidad se encuentran en torno a un proyecto cultural, se crea un respiro colectivo: un espacio donde la ciudad se reconoce a sí misma no por el miedo, sino por su capacidad de reunirse, dialogar y generar prosperidad. Ya el propio alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil dio un paso adelante para asegurar la permanencia en el futuro de esta feria: le darán vida propia con la integración de un Comité Organizador en el que convergerán universidades, dependencias públicas e iniciativa privada. Hace bien porque nunca se sabe quiénes vengan por delante y quieran tirar por la borda estos esfuerzos que se necesita sí o sí, replicarlos.
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Indiferencia: nuestro peor enemigo
En Sinaloa estamos viviendo un fenómeno tan silencioso como devastador: la normalización del horror. Como sociedad sinaloense hemos perdido la capacidad de asombro ante los hechos delictivos que azotan todos los días ciudades como Culiacán, Mazatlán, Navolato, Elota y Escuinapa. Hemos llegado a un punto donde una balacera, un “levantón”, un ejecutado o una persecución dejan de cimbrarnos porque ya forman parte de una rutina perversa que aprendimos a tolerar.Pero ese es el verdadero problema: la violencia no solo mata cuerpos, también anestesia conciencias. Y hoy, colectivamente, estamos más anestesiados que nunca. Vemos pasar la tragedia como quien hojea un periódico viejo… con resignación, con cansancio, con una normalidad que debería avergonzarnos. Se nos pide exigir resultados al gobierno, y es justo hacerlo. Sí, los gobiernos —estatales y federales— tienen deudas, errores y omisiones enormes. Pero también es cierto que como sociedad estamos quedando a deber. Perdimos la indignación, perdimos la empatía y, peor aún, estamos educando a los nuestros a ver lo anormal como parte del paisaje. No basta con pedirle más a la autoridad si en nuestras casas enseñamos a nuestros hijos a “no meterse”, a “no hablar”, a “no mirar”, como si la indiferencia fuera una forma de sobrevivir y no un cáncer social que termina por devorarnos a todos. Sinaloa necesita una sacudida moral, un despertar real. Necesitamos recuperar la capacidad de sentir, de reaccionar, de exigir, pero también de educar con valores que rompan la cultura de la indiferencia. Porque el día que nos acostumbremos del todo —ese día— ya no habrá vuelta atrás.
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El reto ahora es escuchar a los alumnos
La UAS destaca que su nuevo Consejo Universitario es paritario y con fuerte presencia estudiantil. Ciertamente es un paso relevante, pero la inclusión de jóvenes no debe entenderse como un acto de mero simbolismo, de cumplir un requisito, sino como un compromiso para transformar la toma de decisiones. Y no tenemos duda de que esa es la intención. Los estudiantes representan la mayoría de la comunidad universitaria, pero históricamente han tenido poca influencia en la dirección real de la institución. Su incorporación al Consejo solo será significativa si sus planteamientos pesan tanto como los de directores y funcionarios, especialmente en un momento en que la universidad enfrenta incertidumbre financiera y demandas de renovación. El desafío es claro: no basta con darles un lugar; hay que darles voz. La UAS tiene la oportunidad de demostrar que la participación estudiantil no es un discurso moderno, sino una apuesta por una gobernanza más abierta y más honesta. Hace bien el rector Jesús Madueña Molina en tomar esa ruta, que no será sencilla por las inercias y vicios que aún prevalecen en la Casa Rosalina.
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